domingo, 27 de noviembre de 2011

Capítulo 32.

Pasaron un par de días. No quedé con el grupo, ni con Gerard. Tan solo me centré en la universidad a ver si conseguía adelantar todo lo que había perdido, aunque era bastante complicado.
El viernes tocaron al timbre de mi casa. 
-Hijo, es... Gerard -me dijo mi madre desde abajo. Dejé lo que estaba haciendo bajé por las escaleras, me acerqué a Gerard y le di un beso en la mejilla, ya, por eso de que estaba mi madre delante y eso.
-¿Subes? -le ofrecí a Gerard, él aceptó. Subimos por las escaleras hasta mi cuarto y cerré la puerta con el pestillo. Ni para que Gerard pudiera salir ni para que mi madre pudiera entrar.
-¿Y eso qué te has pasado por aquí? -le pregunté cuando se sentó sobre mi cama.
-Tú has venido a visitarme muchas veces, ¿no puedo visitarte yo a ti?
Me acerqué a él y me eché encima hasta darle un beso en los labios, él me correspondió y me echó hacia atrás.
-Sabes... Este sábado tocamos -me comentó de pronto.
-¿Dónde? ¿En serio?
-Sí, pues en un escenario y eso, un local algo pequeño, pero ya vamos a vender entradas y eso. Baratas -rió él.
-Oh, Dios, cuanto me alegro, lo estoy deseando -le contesté, y le dí otro beso.
-Yo también. Habrá que quedar para tocar antes de nuestro primer concierto -dijo, y me besó de nuevo.
-Claro. ¿Hoy? -le besé.
-Nah... hoy es... descanso. Para ti y para mí -se volvió a echar sobre mí y me dio un beso profundo y largo.
-De acuerdo... -le acaricié el pelo y me besó la nariz. Todo eran susurros, besos y caricias. Me rozó el cuerpo con sus manos lentamente mientras seguía acariciándole el cabello. Llego hasta mi entrepierna y me desabrochó con delicadeza los botones, yo era suyo. Que hiciera lo que quisiera.
Me bajó los pantalones y la ropa interior lo justo para dejar a la vista mi miembro que ya había comenzado a enderezarse y deseaba sentir a su dueño, Gerard.
Éste se relamió y comenzó a lamer mi pene con cuidado, recorriendolo. Hasta que terminó metiéndoselo entero en la boca  y apretando los labios.
-Ah... Gee... Gee -gemía yo mientras el chupaba mi miembro con avaricia. Sentía placer por todo mi cuerpo, que temblaba. Lamía de arriba a abajo salivando, yo me aferraba a las sabanas y apretaba los dientes para ahogar los gritos.
-¿Frank?
-Oh, Dios, para, para -le pedí a Gerard al oír la voz de mi madre al otro lado de la puerta. Éste no me hizo ningún caso, al contrario, siguió succionando con más fuerza.
-¿Frank? -volvió a llamar mi madre.
-D-dime -tartamudeé presa de los nervios.
-Em, me voy a comprar, luego vuelvo, ¿estarás en casa?
-C-creo -Gerard sacó mi miembro de su boca y lo recorrió con la lengua -Joder... Sí, mama. S-sí.
-De acuerdo... ¿queréis algo? - como no se fuera pronto, me iba a morir.
-N-No, gracias. Todo... bien -solté un pequeño gemido intentando que no me oyera.
-Nos vemos luego, hijo -escuché a mi madre bajar las escaleras, Gerard siguió chupando mi miembro y no pude evitar gritar cuando apretó los dientes lo justo para sentir un pequeño mordisco y llegar al orgasmo. Mi madre seguro había oído ese grito. Gerard se apartó de mí y se levantó.
-Voy al baño -dijo riendo.
-Eres un... capullo. Mi madre hablando y tú... -dije mientras me subía de nuevo los pantalones poniéndome en pie -.Ya te haré yo algo parecido.
-Lo estoy esperando -me contestó desde el baño.
Entré al cuarto donde estaba él y le rodeé con los brazos desde detrás, nos miré en el espejo. Eramos perfectos, se giró hacia a mi y me volvió a besar sintiendo su lengua en mi paladar.
Pasamos el resto del día igual, besos, caricias, abrazos, achuchones, palabras bonitas... Era como pasar un día entero en el cielo, sin ninguna preocupación, con la persona que te gusta, sin nada más. Sin ningún humano en el mundo, tan solo él y yo. 

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